Vuelve, ahora que ha muerto, el odio, la rabia y la violencia en algunas de las expresiones hacia Fernando Karadima. La ausencia de un fallo judicial condenatorio, suele generar estas reacciones. Lamentablemente, ha sido una decepción monumental y nos deja con una amarga sensación “irreal” de que la institución judicial es parcial y vendida, en forma grotesca, a los poderes fácticos.
Sin embargo, sorprende el oportunismo, la hipocresía y el uso político de un hecho tan despreciable, abyecto como doloroso. Nadie ha tenido la nobleza, el coraje y el valor de reconocer y aceptar, además de las responsabilidades individuales, que son muchas, la social que nos involucra a todos.
El poder omnímodo y económico, así como el endiosamiento de una persona- frecuentemente- la llevan al pináculo de la autocomplacencia, al abuso, las arbitrariedades y a la manipulación de conciencias con las secuelas más escabrosas de sufrimientos y vidas cercenadas. Las idolatrías tan recurrentes en instituciones, tanto públicas como privadas, reflejan la necesidad de la creación de imágenes para adorar y venerar. Multi permisividad crea al monstruo depredador insaciable, sin más límites que las ocultas y oscuras ansias de sus ambiciones y perversiones.
Educar se hace perentorio, concluyente, definitivo. Por lo mismo, es penoso escuchar al constituyente Rodrigo Mallea vociferar y repetir la misma cantinela: «Los niños están primero”. Como él no hay pocos. No los he visto jamás en los centros del Sename. ¿Será que no saben dónde están y menos que son verdaderas escuelas de maltratos, abusos y muertes? Nunca una respuesta a nuestras denuncias- por cartas y otros medios- de este flagelo y horror silenciado. ¿A qué niños se refieren? Puede ser que a los de otro planeta porque a los de acá, los más pobres, sufrientes y marginados, parece que no.
Pbro. Nicolás Vial Saavedra
Presidente Fundación Paternitas