Embriaguez de la soledad

Señor Director:

Un crimen tan alevoso y descarnado, y con ese ensañamiento brutal confesado por Ariel Mena Suazo, deja en estado de schock a un país entero. Ante lo ocurrido, no es de extrañar que se produzca una ceguera en lugar de una mirada en perspectiva que permita un análisis amplio, sin perder la cosmovisión respecto de la génesis que lleva al horror de estos hechos delictivos.

Solamente teniendo un amplio panorama de la situación social, sicológica, familiar, educacional y muy en particular de la salud mental del imputado o confeso, podrán las autoridades competentes y las organizaciones especializadas evitar en el futuro lo que, de cuando en cuando vuelve a suceder, sumiendo en el terror, dolor, muerte y sufrimiento a las víctimas por el resto de sus vidas.

Con todo, lo anterior se pudo evitar, y los verdaderos responsables de aquel fatídico día son y serán siempre quienes por distintas circunstancias no son capaces de sancionar lo que les corresponde hacer, traicionando los deberes y decisiones que la inercia, negligencia, indiferencia o ausencia de profesionalismo les impidió.

La cantinela y verborrea de opiniones, de uno y otro lado, son solo un subterfugio que puede convencer a algunos, al menos en lo inmediato, para justificarse en una suerte de engaño comunicacional, sin base ni consistencia.

Un adolescente de 18 años que ha sido detenido más de 30 veces deja en evidencia la inoperancia del Estado para abordar cualquier acción que tenga como finalidad ofrecer recursos contundentes para reorientar una vida en agonía, consumida por la embriaguez de la soledad, de las ausencias, sin afecto, en total abandono social, moral y educacional. Una sociedad responsable y preocupada de todos sus componentes hace rato que debió tomar resguardo y apoyar de distintas maneras a quien carecía de lo esencial para no convertirse en un peligro para la sociedad. Es vergonzoso escuchar a los más altos responsables del Poder Judicial hablar de aumento de las penas ante delitos reiterados de los jóvenes, ignorando, lamentablemente, las consecuencias y peligro que reviste para la ciudadanía aquello. Hay otras vías para sacar a estos jóvenes del delito, considerablemente más eficaces que la privación de libertad, con vastas estadísticas que lo demuestran.

La Fundación Paternitas avala esas estadísticas y con su metodología aplicada sin duda que Ariel no habría cometido tan espantoso y deleznable crimen.

Vayan mis condolencias, oración, respeto y admiración hacia la familia de la difunta señora Carmen Gómez y que a todos Dios nos dé valentía para trascender la oscuridad que en tantos lugares se nos impone.

Pbro. Nicolás Vial Saavedra

Presidente Fundación Paternitas

Paternitas