Señor Director:
Todo Chile se enteró de la muerte de Rodrigo Fernández a manos de delincuentes mientras intentaba defender a sus vecinos cuando eran asaltados. Rodrigo, llegó a nuestra Comunidad con la esperanza de iniciar un tratamiento terapéutico debido al consumo problemático de drogas y a las múltiples incursiones delictuales que ostentaba.
Destruido, como todos, un pasado terrorífico, su vida en sombras. Dos eran sus posibilidades: Volver a la cárcel o abrirse a lo nuevo. Con mucho miedo aceptó adentrarse a lo desconocido. Pero no iba solo. Ya lo dijo San Agustín: «Tú estabas de dentro y yo de fuera”. Así, el misterio fue develándose hasta que «volvíme a mí y entréme en mí «.
En el tiempo acordado egresó de nuestra Comunidad Terapéutica con un cartón bajo el brazo como experto en soldadura. Antes de partir, se convirtió en profesor afamado entre sus compañeros. Lo recordó muchas veces: “fue el mejor tiempo de mi vida”. Al concluir su programa rehabilitador y en paz consigo mismo, dedicó su vida al trabajo como soldador y a sus cuatro hijos. Años ya de lo que escribo.
A primera vista, en el mundanal ruido, lo sucedido recientemente no tiene explicación. El dolor y el sin sentido es un látigo feroz que hiere y corta. Más allá se encontró con su destino, vocación única e irrepetible, surgió el héroe, lo encontró la luz, la bondad, el valor, el amor.
Comunidades terapéuticas, lugar para que nazca el hombre nuevo. Las cárceles, lugar para que muera la piedad y la misericordia, para que fructifique el odio y la venganza.
¿Aún tienen dudas los duros de entender?
Pbro. Nicolás Vial Saavedra | Presidente Fundación Paternitas