Señor Director:
«El Mercurio» informó que durante un lustro han muerto en las cárceles chilenas más de 300 personas, cifra probablemente mayor. El artículo transmite cierta aceptación pasiva ante un hecho dramático, aberrante, desconcertante y por sobre todo atentatorio al principio fundamental de proteger la vida de quienes son derivados a los centros penales por la autoridad competente.
Ahora, en Semana Santa adquiere mayor relevancia proteger y cuidar al desvalido, vulnerable y en situación de riesgo. La muerte en cruz de Jesucristo, paradójicamente, viene a poner de relieve la importancia de vivir, la penitencia, el amor y el respeto al próximo. Cada día nos sacude, interroga, desafía y nos enfrenta a decisiones que marcarán y definirán la ruta de nuestra existencia.
La Resurrección es estallido de la inercia, luz en la noche, fuerza en la agonía, paz en el quebranto, nacer de nuevo para los atrapados en el delito o encadenados al consumo de la droga. Escenario gravísimo la muerte por descuido, negligencia, falta de oportunidades y atención adecuada y oportuna. Los decesos ocurridos en las cárceles, provocados por una serie de circunstancias, que en definitiva se debió prever y evitar, son constitutivos de delito. La miseria en todas sus expresiones, añadida al ocio, hacinamiento, estrés, maltrato constante, la inasistencia espiritual y médica proporcionada, generan violencia, mal humor e intolerancia. Esos son algunos de los elementos que pueden conducir finalmente a matar o en ocasiones a suicidarse, como forma de gritar el horror de una vida ya sin sentido. La actividad y la ocupación vocacional es ventana abierta al encuentro consigo mismo, a la armonía, convivencia y a la paz del corazón.
Tras este desgarro social y atentado a la dignidad humana se encuentran ocultos los verdaderos responsables de este magnicidio que urge denunciar.
Pbro. Nicolás Vial Saavedra
Presidente Fundación Paternitas