Estuve en el Centro de Cumplimiento Penitenciario Colina II y Juan me dijo ‘nos sentimos botados, estamos abandonados, nadie nos ofrece oportunidades, no sabemos qué hacer’. Quedé pensando en esa frase lapidaria y tan desesperanzada. Más aún, escuchando todos los días que se debe cautelar el ‘irrestricto respeto a los Derechos Humanos’. En palabras de Juan, al menos en su sentir, estar preso hoy es sinónimo de desecho humano.
Este gobierno lleva más de 124 días y no se ve signo alguno que avale la preocupación por las condiciones humanitarias y perspectivas de inserción social de los internos. ¿Derechos o desechos humanos? ¿A qué se refiere la actual administración? Consecuente con lo anterior, en el artículo 53.2 del texto definitivo de la nueva Constitución, se señala: ‘…la reinserción social de las personas condenadas, serán desarrolladas por los organismos públicos que señalen esta Constitución y la ley, en forma coordinada…’. Si la ley considera a la sociedad civil en esta necesaria labor, ¡bienvenida! ¡Triunfo de la racionalidad y la justicia!
Desafortunadamente, legislar para fijar las múltiples y caóticas interpretaciones que confunden demorará. Entonces, ¿qué hacer el 4 de septiembre si la ley que acompañará al texto no me garantiza nada? No confío que se legisle en el mejor interés de los más débiles. La historia de cien años evidencia el fracaso del Estado en estas materias. En este caso, mi rechazo es absoluto. Es más, las casi 400 mil personas detrás del estamento penitenciario —que me encargaré personalmente de informar de este exterminio de oportunidades— también lo harán.
Pbro. Nicolás Vial Saavedra – Presidente Fundación Paternitas