Señor Director:
Nos decía el Papa: “Todos sabemos que muchas veces, lamentablemente, la pena de la cárcel puede ser pensada o reducida a un castigo, sin ofrecer medios adecuados para generar procesos”. Esta es una realidad que carcome la condición de quienes se encuentran cumpliendo condena.
El silencio cómplice de la comunidad va generando una pérdida de sentido en relación a la pena impuesta. Si aquella no desemboca en la inserción social, familiar, laboral y/o educacional será un fracaso político y gubernamental.
¿Hasta cuándo las injusticias, la marginalidad, la indiferencia programática y el descarte de los pobres y marginados, con su lógica inmoral, seguirán negando los procesos personalizados que les ofrezcan futuro y esperanza?
Preocupa sobremanera el porvenir juvenil, que en los centros privativos de libertad se precipitan hacia una devastación dramática en los mejores años de su existencia. El Estado de Chile se acostumbra a verlos degradarse, mutilarse, envenenarse por la rabia, la venganza y la discapacidad para relacionarse, insertarse y reinventarse.
Sin embargo, se ha pasado de la extrema indolencia a la indolencia, apoyando modestamente a distintas instituciones como “Paternitas” para lograr sus cometidos de insertar y capacitar.
Con todo, una gran esperanza: el Gobierno entrante ha seleccionado a ministros de Estado de la más alta calidad, lo que podría augurar un antes y un después en aquellos ámbitos de la sociedad en donde el dolor, la frustración y la pobreza extrema consumen, agobian y derrotan.
Pbro. Nicolás Vial Saavedra
Presidente Fundación Paternitas